viernes, 7 de junio de 2019

Relato de un día normal


Relato de un Día Normal



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            El estruendoso ruido de la alarma le perforó los oídos, abriéndose paso por su cerebro y despertándole del trance en que se encontraba. Eran las cuatro y media, la misma hora de siempre, a la cual se despertaba todos los días, y es que no había razón para que no lo fueran, era un día normal.
            Se levantó y empezó con su rutina: Tomó una ducha, se cepilló los dientes, se arregló y bebió su chocolate; entonces salió. El frío de la mañana era casi imperceptible para él, pues lo había experimentado toda su vida, más bien le habría resultado raro si esa mañana no hacía frío.
            Las nubladas calles de la ciudad estaban tan abarrotadas como siempre, llenas de gente que iban a trabajar o estudiar, como todas las mañanas, todos vestidos con sus abrigos monocromáticos, caminando rápidamente, sin voltearse o decir una palabra, simplemente andaban. Si se tuviera una vista aérea de la calle, a uno le parecerían más un grupo de hormigas, caminando de aquí para allá, como cuando a alguien se le olvida un terrón de azúcar en la cocina.
            Él caminaba por su ruta habitual, apurándose por no llegar tarde al trabajo. Ya iba pasando por la plaza centras, donde quedaba el edificio en el que trabajaba, cuando de repente notó algo inusual, pues una buena cantidad de personas se había agrupado alrededor del centro del parque, cosa que nunca había visto. Tuvo el impulso de acercarse y conocer la situación; se podría decir que surgió dentro de él una curiosidad que nunca antes había experimentado.
            La gente se aglomeraba alrededor de un hombre que contrastaba con el resto del mundo, pues el amarillo de sus ropas le hacía destacar entre la gris multitud. Cuando estuvo lo suficientemente cerca pudo escuchar su enérgica voz, dando un discurso que no parecía haber empezado hace mucho.
            El hombre hablaba con cierta tensión, pero decidido; sacudiendo los callejones adyacentes con el eco de sus palabras. Sin embargo, la gente parecía no prestarle atención a lo que salía de su boca, solo miraban, asombrados, tal vez incluso un poco aterrados de su presencia, pues rompía completamente con su rutina diaria.
            No obstante, había alguien que sí le escuchaba. Él, no podía decir que entendiera de qué estaba hablando, más de la mitad de lo que decía no le resultaba más que un balbuceo incongruente, más encontraba fascinación en su mismo ser, en ese desencaje del resto, no podía dejar de asombrarse delante de tal escena.
            Pero de repente, antes de que el orador terminara otra frase, se oyó un fuerte estruendo, y antes de que se diera cuenta, estaba en el suelo, sangrando. Alguien había recogido una piedra y se la había arrojado. Lo que siguió fue una visión que el hombre nunca podría borrar de su memoria: adultos, jóvenes, hombres y mujeres, todos empezaron a lanzarle todo aquello que tuvieran a la mano. Asustado, se largó de allí rápidamente, y se escabulló en su oficina. Agitado, respiró hondo, y tratando de enfocarse en algo distinto, empezó a hacer su trabajo, pero no podía, su mente se nublaba, lo que acababa de pasar no se le quitaba de la cabeza, su día normal había sido interrumpido por un huracán de sentimientos encontrados por el show que había presenciado en la plaza.
            Miró por la ventanilla que daba a la calle y pudo ver que ya no había nadie en el lugar. Un cadáver era todo lo que quedaba de tan horrible escena, sus ropas bañadas en sangre contrastaban incluso al pasar a mejor vida, mas la gente simplemente lo ignoraba, como esperando que con el tiempo se borrara, pues no querían que sus días normales fueran disturbados de nuevo.
            Entonces, se fue sin ni siquiera terminar su labor del día, escapó y se fue corriendo a su casa, de repente no se sentía igual, algo había cambiado, sus ojos percibían el mundo de otra manera, todo parecía tan fútil, tan monótono…
            Entró y se dejó caer en su colchón, con la cabeza tan hinchada de pensamientos que sentía que le iba  a estallar, deseando que tal vez mañana fuera un día normal.


                                                                                                 Autor:  Santiago Andrés León Higuera

Unión



Unión
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Estaba sentada en el parque tocando con mi guitarra una bella canción. Mientras lo hacía, pensaba en que hace mucho tiempo no veía a mis amigos. Recuerdo que antes pasábamos mucho tiempo juntos, pero ahora no nos hablábamos y menos nos ayudábamos mutuamente. Pero ¿por qué?, ¿A dónde se fueron aquellos recuerdos? ¿qué fue lo que paso allí? Quizá todo empezó desde aquella vez cuando nos salió mal lo que planeamos. ¡No, no puede ser! Creo que ya sé. Descuida, te contaré: todo comenzó cuando estaban haciendo audiciones para un grupo artístico en mi barrio. Yo me inscribí, pues sabia tocar la guitarra, el piano y el violín, así que fui e hice la audición. Bueno, no salió como yo quería, pero mi mejor amiga estaba allí y, como también hizo la audición, nos apoyábamos entre nosotras y nos animamos en todo momento. Más o menos en un mes enviaron los resultados. Llegaron cuando yo estaba con mi amiga y abrimos juntas el sobre. Fue una gran sorpresa: ¡ambas estábamos en el grupo artístico!

Unos días después fuimos a la primera reunión del grupo. Fuera de la sala donde estábamos había un grupo de chicos que también eran del grupo; entonces, preguntamos por qué no entraban a la sala, y un hombre nos contestó: “No está abierta aún, pero ya la abriré”. El hombre abrió la puerta, y la sala estaba oscura; poco después una luz se prendió repentinamente y todos nos asustamos, al principio, pero después nos sentimos felices porque era una fiesta sorpresa de bienvenida. El maestro se presentó, nos dio un pequeño discurso y todos nos presentamos luego. En el tiempo restante, aprovechamos para conocernos entre todos y nos convertimos en un gran equipo artístico. Cada una de los chicos que estaban ahí amaban el arte tanto como yo y mi mejor amiga. Era increíble. En el discurso, el maestro nos dijo unas palabras que nunca olvidaré: “Ustedes son una comunidad o grupo grande, pero se van a dividir en cinco categorías: Danza, música, pintura y dibujo, canto y teatro; nosotros elegimos su categoría de acuerdo a su audición ¡y esperamos que disfruten de las clases!”. Obviamente, yo quedé en la categoría de música y mi amiga en la categoría de danza. También podíamos escoger una subcategoría, y yo escogí canto, pues, además de poder usarlo con mis habilidades para los instrumentos, también cantaba muy bien y podía componer canciones con más facilidad.

Unos años después, invitaron a todo el grupo artístico a un evento, pero la presentación no nos salió como lo esperábamos ni lo habíamos ensayado. Pero no le dimos mucha importancia porque el maestro siempre nos repetía: “No importa si no ganan, siempre tendrán un mejor premio SU AMISTAD Y EMPEÑO”. Esta vez no había premio, pero tomamos esa frase con mucho cariño. Unas horas después del evento, llegaron muchas críticas hacia el maestro y hacia nosotros; en especial, hacia la chica que tocaba el clarinete. No pusimos mucha atención a aquellas críticas y nos mantuvimos unidos. Después, nos dieron la triste noticia de que la chica que tocaba el clarinete quería retirarse del grupo por las críticas que recibió, y así lo hizo En ese preciso momento, todos mis amigos empezaron a culparse los unos a los otros por los resultados de la presentación, y uno de los chicos dio la idea de que el grupo tenía que separarse, y eso fue lo que sucedió. Ahora que recuerdo esta historia, quiero remediarlo todo, pues fui yo quien propuso que nos separáramos, y ahora los necesito a todos, a mi maestro… a mi grupo. Cuando me encuentro a alguien de aquel grupo, veo en sus ojos que de nuevo quiere estar con aquellos amigos del grupo artístico de antes. ¡Tengo una idea!: iré a buscar a mi mejor amiga. De seguro ella me va a ayudar.

Ya llegué a la casa de mi mejor amiga. Ahora le contaré el plan. (Lo dividí en fases para que sea más interesante). En la primera fase quiero buscar a alguna persona que actúe y que nunca hubiera estado en nuestro grupo. Luego, en la fase dos, el actor hablará y socializará un poco con algunas personas del antiguo grupo para que, más tarde, en la fase tres, las lleve con alguna de nosotras. La idea es hablar con nuestros antiguos amigos y convérselos de integrarse de nuevo al grupo. Además, vamos a pedirles que nos ayuden a convencer a los demás. ¿Qué tal?, (bueno, primero debo empezar con plan “convencer a mi mejor amiga”). Esperemos que acepte… ¡Muy bien! ¡Aceptó sin ningún problema! Así, comenzamos lo más pronto posible con la primera fase: es una mañana soleada y acabamos de desayunar. Ahora vamos caminando por la calle y, justo en el otro andén, veo un cartel que dice: “Se contratan actores a tan solo $60.000 la semana. Llame al número 01-800-3636-5”. Es muy barato, así que mi amiga ya está llamando, y es probable que la fase dos comienza en más o menos media semana porque ya tenemos cita con el actor. Así que, fase dos, aquí vamos. Nos encontramos con el muchacho en un parque donde estaba bailando hip hop con muchas personas a su alrededor. De acuerdo, es momento de que él vaya e intente convencer a algunos de mis amigos. ¿Por qué será que las cosas no salen como las planeo? El chico caminó casa por casa buscando a algunos de los integrantes del grupo, pero no pudo convérselos porque desconfiaron de él: no lo conocían, obviamente. Entonces, mi mejor amiga habló con los que pudo y les dijo que los extrañaba mucho. También les habló del plan, y ellos estuvieron muy entusiasmados. Al parecer yo no era la única que quería verlos de nuevo. Fase dos y fase tres, superadas. Pero lo más difícil es encontrar a nuestro maestro porque él vive en una ciudad grande y nosotros en un pueblo… pequeño, muy pequeño. Eso no importa: ahora mismo vamos rumbo a la gran ciudad, con mucho entusiasmo. (Horas más tarde). Aquí estamos buscando al maestro en su actual trabajo, pues ahora dizque es secretario en la registraduría. Él es un artista, y yo no entiendo por qué trabaja ahí. De cualquier modo, preguntamos por el maestro y nos dijeron que estaba en su día de descanso. No fue tan difícil encontrar la casa del maestro –los compañeros de trabajo nos dieron ese dato-.  Aquí, en la gran ciudad, es de noche, y acabamos de hablar con él. Al principio no entendí lo que nos dijo, pero, ahora que lo pienso, logro comprenderlo: “Ustedes eran un grupo fuerte. Volveré”. ¿Pueden creer que estamos de nuevo juntos? Yo no lo creo, pero sí creo en nuestro grupo. Después de todo, el maestro siempre nos animó con muchas frases inspiradoras, y ahora lo sé; sé que “la comunidad no se detiene, porque todos unidos llegaremos más lejos”.
                                                                                                                      Autora:  Mariana López

viernes, 3 de mayo de 2019

El pavo real y el sapito amarillo

El pavo real y el sapito amarillo

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Los animales del bosque observaban con gran admiración cómo el pavo real caminaba con garbo, mientras pequeñas flores caían de los árboles como paracaídas en campos de batalla y tejían una perfumada alfombra para él. Todas las miradas se posaban en su tornasolado plumaje. El pavo real lo sabía, abría su abanico de múltiples ojos y pensaba que no había en el mundo una criatura más hermosa que él.
Pasaron los meses y llegó el tiempo de sequía; eran pocos los lugares donde los animales podían beber agua. Cuando caía la tarde se reunían en el abrevadero que estaba al pie de la montaña. Una tarde, apareció el pavo real en busca de un poco de agua. Hizo su entrada majestuosa sin considerar los animales que lo rodeaban.
Dos urracas que estaban en una ceiba cercana comenzaron a murmurar:
- Qué ser tan engreído.
- Es muy pretencioso y vanidoso.
Un sapito amarillo que estaba cerca las reprendió.
-No sean envidiosas. Ustedes hablan así porque están viejas y desplumadas.
-Las urracas levantaron el vuelo, refunfuñando.
El sapito se acercó al pavo real y le dijo:
-No le prestes atención, ellas sólo sienten envidia.
-¿Quién eres tú? Preguntó el pavo. ¿Cómo te atreves a hablarme?
-Soy el sapito de esta charca del norte.
-El pavo real extendió su abanico de múltiples colores y le dijo: aléjate de mí. Ser grotesco. No soporto tu presencia.
El sapito se alejó cabizbajo. Nunca pensó que un ser tan maravilloso pudiera albergar tanto resentimiento en su corazón.
La sequía se prolongó más de lo esperado y trajo consigo un voraz incendio donde murieron muchos animales ya que las llamas los tomaron por sorpresa mientras dormían.
Es fatídica noche el sapito amarillo huía cuando oyó que alguien se quejaba en medio de los matorrales. Se acercó sigiloso, vio algo negro, churruscado que se retorcía de dolor. Cuál fue su sorpresa cuando reconoció que esa cosa que se lamentaba era el pavo real. Como pudo lo llevó consigo hacia la charca del norte donde crecían las plantas medicinales con las que hizo un ungüento y curó sus heridas.
Los animales del bosque al ver el pavo sin plumaje se burlaron hasta la saciedad, pero luego se dieron cuenta de su error. El sapito amarillo les había dado un gran ejemplo de amistad al curar desinteresadamente al pavo real. Y pavo aprendió a respetar a sus semejantes por muy diferentes que fueran. Así se ganó de nuevo la admiración de todos.


Autora:  María Isabella Molina

Un Amigo en el Invierno


Un Amigo en el Invierno
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Rhett estuvo toda la noche pendiente de su madre, le echó más leña al fuego y se quedó contemplando el rostro pálido y exhausto de la hermosa mujer. Acercó sus labios y con la delicadeza necesaria para no dañar el sueño ajeno, besó su frente. Ya dejándola acomodada, salió de la humilde casa improvisada, caminaba entre el gran bosque de pinos, el paisaje estaba bañado de nieve y había un silencio absoluto. Los pasos del joven se hundían hasta sus canillas y sentía un dolor insoportable en los pies que estaban torturados por el frio, llevaba puesto un abrigo que le quedaba muy grande y estaba todo remendado, en los grandes bolsillos tenía dos panes que le tenían que alcanzar para todo el día.
La madrugada estaba oscura y apenas se podía ver los primeros rayos de sol que chocaban con las montañas del muy lejano; llegó a la ciudad, todavía no había mucha gente afuera debido al clima; entró por la calle principal y anduvo por está mirando los locales y negocios cerrados. Ese día necesitaba encontrar trabajo, debía ponerse a hacer algo, estaba cansado de la ardua caminata y como todavía no había gente afuera a quien pedir un oficio, se desvió y entro a la plaza central de la ciudad.
Se sentó en una banquita, pero viendo que sus pies aún tocaban la nieve decidió acostarse y acurrucarse lo más que podía para tratar conservar el calor.
Cerró los ojos por un momento, había salido muy temprano de casa así que decidió descansar mientras la ciudad despertaba, debía reponer las energías que gastó de noche, cuando estuvo cuidando a su madre hasta que su enfermedad le permitiera conciliar el sueño.
Quedó profundo en la banca y se soñó jugando con un niño blanco, era calvo no emitían palabra solo reían y corrían en medio de las flores bajo un cálido sol que acariciaba sus pálidas pieles.
–Despierta –dijo el niño tocándole la cabeza.
Rhett abrió los ojos de inmediato.
–Imaginé que me despertarías.
–¡Rápido, no es tiempo de bobadas debemos hacer algo!
–Soñé contigo –dijo mientras se incorporaba.
–¡Rhett vámonos dormiste por horas, ya va a ser mediodía!
–¡Oh… válgame, ahora me tomará más tiempo encontrar algo de dinero! –dijo preocupado–. Ni de noche ni de día tengo paz no entiendo porque la vida no me congeló mientras dormía y así parar mi dolor –dijo con la voz temblorosa de tristeza
–¡Y dejar a tu madre, ¿qué te pasa?, creí que jamás te rendías! –replicó enojado.
–Saymon, tu sabes que lo he hecho todo.
–¡No te has muerto porque te vi y me encargué de mantenerte caliente tonto! Tu todavía tienes que luchar –dijo mientras lo abrazaba–. Sabes que siempre estoy contigo ahora vámonos a trabajar.
Empezaron a buscar algún oficio en el que pudieran servir, fueron rechazados por muchos lugares, fueron a carnicerías en donde los rechazaron por no ser muy hábiles con los cuchillos, intentaron en las obras de construcción en donde ni siquiera les prestaron atención, también trataron con la oficina de periódicos pensado en que ese trabajo no requeriría de muchas habilidades. Pero para su sorpresa esta estaba cerrada. Finalmente, decidieron separase por la ciudad para pedir un qué hacer en distintos lugares y encontrarse tipo cinco de la tarde de nuevo en la banquita de la plaza. Antes de dividirse, Rhett se comió con muchas ansias un pan de los que llevaba en el bolsillo de su abrigo y le dio el otro a Saymon, que se lo guardó de inmediato.
Ya solo, Rhett siguió buscando algo. Por fortuna llegó a una panadería en la que ese día había faltado el mesero, entonces el dueño del negocio, a regañadientes, aceptó darle el trabajo por unos cuantos billetes.
–Usted se encarga de traerle al cliente lo que necesite, limpiar y cobrar –dijo con mal genio–. Sin embargo, quiero que sepa joven, que apenas el antiguo mesero este bueno y sano para volver al trabajo, usted se irá.
–Sí, señor, lo que usted mande.
Todo había funcionado y ese día cuando se desocupó y salió de la panadería, ya había caído la noche. Se acordó que a las cinco debía reunirse con Saymon. Entonces decidió pasar a comprar comida y después encontrarse con su compañero.
Cuando llegó a la banquita de la plaza con un bulto de comida al hombro, encontró a Saymon.
–¡Oye! Perdóname Saymon –dijo mientras ponía el bulto en el piso y se sentaba junto su amigo en la banquita.
–No te preocupes, me enteré de la panadería y como veo esta noche no pasarás hambre ­–dijo sonriendo–. ¿Ahora tienes ganas de que la vida te congele mientras duermes?
–¡Huy! –murmuro Rhett sorprendido de la sabia pregunta.
–Todo se resume a reír cuando puedas y llorar cuando lo necesites –le dijo al oído.
–Gracias –dijo y se le escaparon unas cuantas lágrimas mientras abrazaba a su compañero.
Rhett se fue a su casa. Cuando llegó, su madre estaba sentada en la silla del pequeño comedor.
–Mami hermosa, ¿cómo te sientes?
–¡Hijo! –dijo sorprendida–. ¡Me tenías con el corazón en la mano, ni esperaste a que me despertara!
–Oye, por ahora, no tienes la capacidad de hacer nada ni preocuparte por nadie. No te afanes.
La madre sonrió con ternura, estaba orgullosa de su hijo.
–¿Comiste? –dijo la mujer con voz débil.
–Si, un pan.
–¡Santo, debes estar hambriento hijo mío, pobre niño, válgame el cielo!
­–Eso es lo de menos madre, mira lo que traje –dijo mostrándole el bulto con comida.
–Gracias hijo por todo lo que haces.
Esa noche madre e hijo gozaron de un delicioso banquete, la comida los hizo olvidar los problemas, y la enfermedad. Esa noche, el frio no entro en la casita, hubo un calor tan ameno, que solo podía ser fruto del amor tan grande de aquella familia.
Al día siguiente Rhett se levantó más tarde, había trabajado mucho y necesitaba fuerzas.
La comida en el saco, todavía alcanzaba para que su madre pudiera comer mientras él estaba por fuera.
Cuando Rhett se preparaba para salir de la casa, su madre saltó de la cama y en seguida sacó la cabeza por la ventana y se puso a vomitar. Estaba muy enferma, la fiebre era muy alta. Rhett le ayudó a acomodarse lo mejor posible.
El joven se fue directamente hacia la panadería en la que había trabajado el día anterior. Encontró ahí al hombre dueño del negocio.
–Buenos días señor –dijo cordialmente–. ¿Habrá trabajo para mi hoy?
–No –dijo toscamente­–. El antiguo mesero ya volvió al trabajo.
–Y… ¿hay otra cosa en la que pueda ayudar? –dijo preocupado–. Colabóreme
–No, ya tengo la gente suficiente –contestó impaciente –. Y además usted con esa presentación de vagabundo, lo único que hace es espantarme los clientes.
–Deme una oportunidad mi señor, si tuviera una mejor prenda pues esa prenda me pondría.
–¡Que no!, yo no soy aquí un recogedor de delincuentes que quieren sentar cabeza– dijo con rabia–. ¡Usted es eso, un delincuente que lo único que quiere es robarme las cosas de mi negocio! –dijo y lo empujó fuertemente.
Rhett se salió de la panadería, temiendo que el señor decidiera pegarle y humillarlo.
Todo había intentado, menos robar, se dirigió a la misma banquita y en ella se puso a llorar por como lo habían menospreciado. Le dio rabia, todo el tiempo había tratado de ganarse la vida con mucho esfuerzo y honestamente, para que un atrevido le venga a decir que lo que tiene es robado. No se aguantó más, decidió tener lo que quería así tuviera que ensuciarse las manos.
Fue local por local disfrazándose de cliente y tomando todo lo que los demás dejaban descuidado, le resultaba fácil, sus menudas manos pasaban por cualquier bolsillo rápidamente. Se disponía a entrar a una casa, salto la reja que separaba el patio de la calle y se acercó así una ventana disimuladamente. Miro adentro, no había nadie, cogió una piedra, estaba listo para romper la ventana.
–¡Deténgalo, quiere entrar a mi casa! ­–dijo un hombre a dos guardias que estaban cerca.
Rhett salió corriendo del lugar, detrás del el iban los dos hombres con sus bolillos. El joven corría con las manos en los bolsillos de su abrigo, ahí llevaba todo el botín que había conseguido y por nada del mundo podía perderlo. Rhett miraba hacia atrás, para ver si ya estaba distante y podía esconderse. Los hombres estaban todavía muy cerca. Encontró por fin un desvió en un callejón sin salida, no dudo en entrar, los guardias alcanzaron a ver en donde se escondía el ladrón.
El callejón ocupaba el espacio de entre dos edificios y estaba lleno de basura, Rhett resolvió esconderse en un contenedor que estaba casi al fondo.
–¿Qué has hecho? –pregunto Saymon que estaba ya dentro.
Rhett se quedó callado y no fue capaz de mirarlo a los ojos.
–¿Por qué? –dijo Saymon llorando –. ¡Tú no eres consiente, no eres consciente de nada Rhett! ¡Esto no es ganarse la vida, no entiendes que, si te atrapan, nuestra pobre madre se quedará sola y enferma!
Rhett rompió en llanto.
–Escúchame, yo estoy ya muerto, y me presento en este mundo porque me preocupa tu destino y el de tu madre. Por favor, debes esforzarte aún más y no rendirte o echarte a la vagancia tras el primer fracaso– dijo con un tono consolador–. Mira, tu estas sano y cuentas con eso para salir adelante, yo no tuve esa posibilidad. Ahora tú tienes que poder. Déjame irme con la certeza de que vas por el buen camino.
–Haré lo posible por salvar a mi madre– contesto mientras abrazaba fuertemente a su amigo.
–Te diré lo que vamos a hacer. Dame tu abrigo, tu gorra y las cosas que hayas robado. Yo salgo y me entrego a los guardias y tu espera a que se vayan conmigo –dijo Saymon muy seguro.
–¡No, debo asumir las consecuencias de mis acciones! –respondió­–. Solo te voy a pedir un último favor amigo del alma. Ayuda a mi madre mientras yo este preso, has lo que tengas que hacer, aparécete y mantenla a salvo. Después podrás irte en paz a la infinidad del cielo, solo eso te pido, ese último favor, tú me enseñaste que debo ser consecuente y que mejor que ahora para ponerlo en práctica. Te agradezco con el alma, haces demasiado por mí.
–No Rhett, fuiste tú el que hizo mucho por mí, jamás me abandonaste en mi enfermedad –Dijo suavemente–. Claro que cuidare a tu madre por ti.
–Lamento mucho no dejarte descansar Saymon.
En ese momento los guardias ya estaban entrando en el callejón, entonces Rhett se despidió, salió rápidamente del contenedor y se entregó a los guardias.
Saymon pudo escuchar como su amigo era maltratado por los hombres.
Rhett duró dos semanas preso. El juez se apiado del muchacho sabiendo que robaba por necesidad. Después de cumplir su castigo, lo primero que hizo fue volver a casa para ver cómo se encontraba su madre. La hallo aún débil y enferma, pero ella le comento que su amigo le había dado la atención de un ángel.
–Si madre, mi amigo sí que es un ángel.
La madre le contesto desde su cama con una amena sonrisa.
Rhett salió afuera de la casita y miro al cielo agradecido por el favor que le había concebido su amigo.
–Todavía necesitas un trabajo –dijo Saymon sorprendiendo a Rhett por la espalda.
–¡Aghgggh!, me asustaste
–No me puedo ir sin decirte que tienes una gran oportunidad. Ese día en que nos separamos para buscar empleo, fui a la biblioteca de la ciudad, estaba a cargo de un generoso señor de elegante bigote. Le comenté la situación y acepto darte el trabajo de ayudante. Además, dijo que, si eres bueno, ayudaría a tratar a tu madre, este hombre tiene muchos conocimientos sobre medicina y ha viajado por el mundo ayudando a los enfermos.

 Autor: Sergio Blanco