UNA LECCION EN SANTA
CRUZ
Autor: Julián Camilo
Téllez H.
En una mañana fresca en la ciudad de Santa Cruz y cuando la primavera empezaba a cubrir el césped dentro del colegio Nueva Esperanza; se escucharon las ruidosas carcajadas de los niños que entraban a estudiar. Apareció un chico de caminar arrogante de hablado irrespetuoso cuyo nombre era Hans Salvatore Torrado; el joven más popular del colegio y al que todos admiraban por su inteligencia y su posición social. Todas las veces al empezar el año llegaba con algo distinto y este año no era la excepción. Montaba una bicicleta de última generación y de la cual hacia alarde de buen conductor con sus acrobacias en el parqueadero del colegio saltando obstáculos, bajando escaleras y todo lo que había a su alrededor; en una de esas al doblar la esquina, para ir al parque donde el profesor de música hacia su clase, chocó con una vieja bicicleta que estacionada estaba sobre el andén estorbando su andar, gritando dijo al viento: ¿Quién es el dueño de semejante vejestorio? Que ha sabido accidentarme cuando pase por acá –dijo muy enojado Hans. Allí apareció Héctor Vanegas, joven humilde, callado, de manos gruesas y de piel quemada, por el sol. Trabajaba repartiendo el periódico en las frías madrugadas de la ciudad; este chico se colocó en frente de Hans y le dijo: La vejestoria bicicleta que tus llamas es mía y le tengo nombre ‘’la consentida’’-.
Hans impecable en su vestir con infaltable chaleco negro reto a Héctor a una carrera por la vía hacia las 3 cruces el mirador más alto, como la subida que los antiguos abuelos llamaban “el infinito’’. Héctor sin bacilar acepto pero pregunto cuál sería el premio, porque mentalmente pensaba ganarse un poco de dinero extra para poder regalarle a su mama los medicamentos que necesita para sus dolores de cabeza que sufría. Hans pensó solo quería humillar delante de todos y le dijo: el ganador se quedara con la bicicleta del perdedor. Héctor pensativo se imaginó vendiendo la bicicleta de Hans a un buen precio.
Ambos montaron sus bicicletas y partieron a gran velocidad después de que todos los allí presentes les dieron la salida; la competencia estaba muy reñida donde Hans sacando provecho de los cambios que ofrecía su bicicleta era el más opcionado a ganar, mientras que Héctor regulaba sus fuerzas pidiéndole a Dios que no le dejara perder su bicicleta con la cual trabajaba diariamente; poco a poco Hans se fue debilitando y aunque su bicicleta era más liviana, llego al punto de que no podía pedalear en ‘’el infinito’’ ultima parte de la carrera; Héctor por su parte alcanzo y paso de largo a Hans en una bicicleta ordinaria, vieja y pesada. Héctor gano la competencia y a la media hora llego Hans; este bajo tristemente de su bicicleta y se la entregó a Héctor. Héctor sonriente le dijo a Hans: No te recibiré tu bicicleta por que me he dado cuenta que ahora la mía vale más que la tuya, aparte de hacerme ganar competencias, me ayuda a llevar el sustento a mi casa con mi trabajo – Hans sorprendido le dijo que nunca nadie le había hecho entender el valor del respeto y la perseverancia para salir adelante sin tener que pasar por encima de las personas. Desde ese momento Hans y Héctor se volvieron muy buenos amigos.
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