viernes, 3 de mayo de 2019

El pavo real y el sapito amarillo

El pavo real y el sapito amarillo

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Los animales del bosque observaban con gran admiración cómo el pavo real caminaba con garbo, mientras pequeñas flores caían de los árboles como paracaídas en campos de batalla y tejían una perfumada alfombra para él. Todas las miradas se posaban en su tornasolado plumaje. El pavo real lo sabía, abría su abanico de múltiples ojos y pensaba que no había en el mundo una criatura más hermosa que él.
Pasaron los meses y llegó el tiempo de sequía; eran pocos los lugares donde los animales podían beber agua. Cuando caía la tarde se reunían en el abrevadero que estaba al pie de la montaña. Una tarde, apareció el pavo real en busca de un poco de agua. Hizo su entrada majestuosa sin considerar los animales que lo rodeaban.
Dos urracas que estaban en una ceiba cercana comenzaron a murmurar:
- Qué ser tan engreído.
- Es muy pretencioso y vanidoso.
Un sapito amarillo que estaba cerca las reprendió.
-No sean envidiosas. Ustedes hablan así porque están viejas y desplumadas.
-Las urracas levantaron el vuelo, refunfuñando.
El sapito se acercó al pavo real y le dijo:
-No le prestes atención, ellas sólo sienten envidia.
-¿Quién eres tú? Preguntó el pavo. ¿Cómo te atreves a hablarme?
-Soy el sapito de esta charca del norte.
-El pavo real extendió su abanico de múltiples colores y le dijo: aléjate de mí. Ser grotesco. No soporto tu presencia.
El sapito se alejó cabizbajo. Nunca pensó que un ser tan maravilloso pudiera albergar tanto resentimiento en su corazón.
La sequía se prolongó más de lo esperado y trajo consigo un voraz incendio donde murieron muchos animales ya que las llamas los tomaron por sorpresa mientras dormían.
Es fatídica noche el sapito amarillo huía cuando oyó que alguien se quejaba en medio de los matorrales. Se acercó sigiloso, vio algo negro, churruscado que se retorcía de dolor. Cuál fue su sorpresa cuando reconoció que esa cosa que se lamentaba era el pavo real. Como pudo lo llevó consigo hacia la charca del norte donde crecían las plantas medicinales con las que hizo un ungüento y curó sus heridas.
Los animales del bosque al ver el pavo sin plumaje se burlaron hasta la saciedad, pero luego se dieron cuenta de su error. El sapito amarillo les había dado un gran ejemplo de amistad al curar desinteresadamente al pavo real. Y pavo aprendió a respetar a sus semejantes por muy diferentes que fueran. Así se ganó de nuevo la admiración de todos.


Autora:  María Isabella Molina

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